miércoles, 30 de mayo de 2007


Recién llegó de ver El Perfume, decidí por fin ir a verla, luego que muchos me dijeron lo buena que estaba. Mi negativa a sentarme en la banca del cine era para no perder la magia que Patrick Suskind logró en mi con su libro, no quería perder la imagen que yo recree de Jean-Baptiste Grenouille, sus ojos, sus sudores.
Pero realmente la película me gustó, me encanta como Tom Tykwer con diálogos más que simples transmite sentimientos profundos y es que para sentir el olor recurre a una sucesión de imágenes que fluye por la pantalla como retazos de sensaciones, lo que en su momento plasmó Suskind con su narrativa. No es que compare los géneros.
Me gustó como se jugo con la luminosidad de las escenas de las mujeres bellas, pelirrojas siendo el contrapunto perfecto para los escenarios sombríos por los que se desenvuelve Jean-Baptiste, como fiel reflejo de su alma atormentada.
El desconocido para mi, Ben Whishaw, interprete de Grenouille y cuyo papel se basa más en los silencios imperantes que en los diálogos llenos de palabrerías innecesarias, me capturo realmente con su intrigante rostro y sus ojos.
Y ni que hablar de Dustin Hoffman, cuyo papel, aunque corto, dejo clavada en mi su sonrisa antes de morir.
La verdad que fueron más de dos horas placenteras...bueno no tanto, cada vez me convenzo que la magia del cine la puede botar de una vez una mala butaca. No me sentí cómoda, no logré encontrar la postura adecuada para disfrutar plenamente una noche cinéfila, y no es por mis piernas que siempre son las causantes de las incomodidades, por lo largas y hechas fuera de la medida estándar.
Esta noche me convencí además que los años pasan y pasan deliciosamente, ahora me negué a ir a tomarme unas cervezas a un antro (como lo hacia hasta hace uno años, luego de ir al cine) y preferir compra un "six" y venirme a unir estas letras...

No hay comentarios: