miércoles, 9 de mayo de 2007

Desde mi vientre


El día que mi sangre le dijo a la laboratorista que yo tenía dos semanas de embarazo, fue el día en que me di cuenta que yo era más que una simple periodista que buscaba la felicidad.
En el momento que tuve el papel en mi mano no sabía ni cómo dar el siguiente paso para salir del laboratorio clínico, mi mente no sabía ni que pensar y mi cuerpo empezó a sentir (cosas de hipocondría) malestares.
Pero en ese instante supe también que mi vida y el giro de 180 grados que emprendía, se pintaría de un nuevo color... de un tono multicolor, con oscuros, nublados, pero con abundancias de luz, claridad, intensidad, de aquellos contrastes que hacen a un lado la monotonía y las reglas establecidas.
Fue delicioso saborear la dulzura de la maternidad, luego de seis horas de labor de parto, con una angustia que me salía a gritos de mi cuerpo, con sudores desesperados que brotaban por todos lados, con la mente en blanco, con el aliento cortado y el olor a lo inverosímil.
Realmente tuve el sabor de ser madre desde el momento en que sentí en mi vientre aquel movimiento extraño que me anunciaba con insistencia que en mi interior no sólo habían tejidos, venas, órganos….estaba también un ser creciendo, un ser sintiendo…un ser que tiene ya cuatro años de dar brochazos bruscos, finos, delicados, violentos a mi vida.
Esa pequeñita que nació dando un grito fuerte, para callar mi angustia, es la persona que ahora tiene en sus manos mi corazón.
Muchos me dijeron y me dicen hasta ahora que mi vida no es igual, que deje de hacer cosas, que empecé hacer otras, que me olvide de tantas otras más….pero es que en realidad mi colocha estableció de tajo un rumbo hermoso, un camino que recorro cada día sin dudar, ahora, el siguiente paso a dar.
Cuando decidí tenerla, cuando decidía engordar 60 libras en nueve meses (sólo mi hija pesó un poco más de nueve libras), cuando opte por arar un camino, decidí tomar las riendas y no seguir siendo la misma.
Ahora lo que importa es que tengo a mi lado a un ser maravilloso, que cada día me cuestiona, que cada día pone en tela de juicio lo que hago y digo, que me hace reconocer los errores, que no deja ni un instante de poner el dedo en la herida para que yo sienta lo que hice, esa pequeñita que cada mañana me da el gusto de verla a los ojos y escuchar su voz diciéndome te amo, pero sobre todo un ser que espera de mi algo que nadie nunca antes espero…que le dé los parámetros para su vida…parámetros que ella misma más adelante mandará al carajo, para establecer los suyos propios.
Cada vez que veo a esa colocha, veo en ella al negro hermoso que hizo posible que yo fuera madre…por que no fue in vitro o por inseminación artificial…realmente fue concebida en un momento no sólo de pasión, si no que lleno de placer, amor, seriedad, alegría y seguridad…
La maternidad es deliciosa, realmente tiene un sabor entre amargo y dulce….y esa indefinición es lo que la hace aún más hermosa, por que cada día es diferente al otro, cada momento es inalterable y cada angustia es sufrida en su momento.
Pero también mi vientre ha sentido la más profunda tristeza. Hace tres meses estuvo en él la muerte, entre mis entrañas dejo de latir un corazón, bueno quien sabe si realmente se formó el corazón...quien sería mi segund@ bebe optó por no serlo, lo más espantoso que me ha pasado es sentir en mi interior un ser sin vida, saber que en mi interior murió alguien y es que fuera de las discusiones de a qué mes se empieza a ser ser humano o no...yo sentí que en mi algo murió.
Que la naturaleza sabe lo que hace, que no es el tiempo, que por algo fue, que pronto llegaran más, que a lo mejor convenía.....nada de eso vale ahora que mis ojos no paran de llorar...

1 comentario:

El antropólogo inocente dijo...

la primera parte es muy linda, la segunda es muy triste.
Pero así es la vida -como dice Sinatra-
Ambas historias son importantes en cuanto le dan a usted una idea bastante grande y completa de la maternidad, en ambos polos, de la felicidad y de la tristeza. Un tema que desde mi distancia solo puedo apenas deducir.