miércoles, 30 de mayo de 2007

Documental Silvio Rodriguez

me encanta ese hombre

Silvio Rodriguez - Mariposas

estaba nostálgica y encontré esto...justo em dioe ne corazón y la mente


Recién llegó de ver El Perfume, decidí por fin ir a verla, luego que muchos me dijeron lo buena que estaba. Mi negativa a sentarme en la banca del cine era para no perder la magia que Patrick Suskind logró en mi con su libro, no quería perder la imagen que yo recree de Jean-Baptiste Grenouille, sus ojos, sus sudores.
Pero realmente la película me gustó, me encanta como Tom Tykwer con diálogos más que simples transmite sentimientos profundos y es que para sentir el olor recurre a una sucesión de imágenes que fluye por la pantalla como retazos de sensaciones, lo que en su momento plasmó Suskind con su narrativa. No es que compare los géneros.
Me gustó como se jugo con la luminosidad de las escenas de las mujeres bellas, pelirrojas siendo el contrapunto perfecto para los escenarios sombríos por los que se desenvuelve Jean-Baptiste, como fiel reflejo de su alma atormentada.
El desconocido para mi, Ben Whishaw, interprete de Grenouille y cuyo papel se basa más en los silencios imperantes que en los diálogos llenos de palabrerías innecesarias, me capturo realmente con su intrigante rostro y sus ojos.
Y ni que hablar de Dustin Hoffman, cuyo papel, aunque corto, dejo clavada en mi su sonrisa antes de morir.
La verdad que fueron más de dos horas placenteras...bueno no tanto, cada vez me convenzo que la magia del cine la puede botar de una vez una mala butaca. No me sentí cómoda, no logré encontrar la postura adecuada para disfrutar plenamente una noche cinéfila, y no es por mis piernas que siempre son las causantes de las incomodidades, por lo largas y hechas fuera de la medida estándar.
Esta noche me convencí además que los años pasan y pasan deliciosamente, ahora me negué a ir a tomarme unas cervezas a un antro (como lo hacia hasta hace uno años, luego de ir al cine) y preferir compra un "six" y venirme a unir estas letras...

miércoles, 9 de mayo de 2007

Desde mi vientre


El día que mi sangre le dijo a la laboratorista que yo tenía dos semanas de embarazo, fue el día en que me di cuenta que yo era más que una simple periodista que buscaba la felicidad.
En el momento que tuve el papel en mi mano no sabía ni cómo dar el siguiente paso para salir del laboratorio clínico, mi mente no sabía ni que pensar y mi cuerpo empezó a sentir (cosas de hipocondría) malestares.
Pero en ese instante supe también que mi vida y el giro de 180 grados que emprendía, se pintaría de un nuevo color... de un tono multicolor, con oscuros, nublados, pero con abundancias de luz, claridad, intensidad, de aquellos contrastes que hacen a un lado la monotonía y las reglas establecidas.
Fue delicioso saborear la dulzura de la maternidad, luego de seis horas de labor de parto, con una angustia que me salía a gritos de mi cuerpo, con sudores desesperados que brotaban por todos lados, con la mente en blanco, con el aliento cortado y el olor a lo inverosímil.
Realmente tuve el sabor de ser madre desde el momento en que sentí en mi vientre aquel movimiento extraño que me anunciaba con insistencia que en mi interior no sólo habían tejidos, venas, órganos….estaba también un ser creciendo, un ser sintiendo…un ser que tiene ya cuatro años de dar brochazos bruscos, finos, delicados, violentos a mi vida.
Esa pequeñita que nació dando un grito fuerte, para callar mi angustia, es la persona que ahora tiene en sus manos mi corazón.
Muchos me dijeron y me dicen hasta ahora que mi vida no es igual, que deje de hacer cosas, que empecé hacer otras, que me olvide de tantas otras más….pero es que en realidad mi colocha estableció de tajo un rumbo hermoso, un camino que recorro cada día sin dudar, ahora, el siguiente paso a dar.
Cuando decidí tenerla, cuando decidía engordar 60 libras en nueve meses (sólo mi hija pesó un poco más de nueve libras), cuando opte por arar un camino, decidí tomar las riendas y no seguir siendo la misma.
Ahora lo que importa es que tengo a mi lado a un ser maravilloso, que cada día me cuestiona, que cada día pone en tela de juicio lo que hago y digo, que me hace reconocer los errores, que no deja ni un instante de poner el dedo en la herida para que yo sienta lo que hice, esa pequeñita que cada mañana me da el gusto de verla a los ojos y escuchar su voz diciéndome te amo, pero sobre todo un ser que espera de mi algo que nadie nunca antes espero…que le dé los parámetros para su vida…parámetros que ella misma más adelante mandará al carajo, para establecer los suyos propios.
Cada vez que veo a esa colocha, veo en ella al negro hermoso que hizo posible que yo fuera madre…por que no fue in vitro o por inseminación artificial…realmente fue concebida en un momento no sólo de pasión, si no que lleno de placer, amor, seriedad, alegría y seguridad…
La maternidad es deliciosa, realmente tiene un sabor entre amargo y dulce….y esa indefinición es lo que la hace aún más hermosa, por que cada día es diferente al otro, cada momento es inalterable y cada angustia es sufrida en su momento.
Pero también mi vientre ha sentido la más profunda tristeza. Hace tres meses estuvo en él la muerte, entre mis entrañas dejo de latir un corazón, bueno quien sabe si realmente se formó el corazón...quien sería mi segund@ bebe optó por no serlo, lo más espantoso que me ha pasado es sentir en mi interior un ser sin vida, saber que en mi interior murió alguien y es que fuera de las discusiones de a qué mes se empieza a ser ser humano o no...yo sentí que en mi algo murió.
Que la naturaleza sabe lo que hace, que no es el tiempo, que por algo fue, que pronto llegaran más, que a lo mejor convenía.....nada de eso vale ahora que mis ojos no paran de llorar...

domingo, 6 de mayo de 2007

Dos años

Camilo Minero


Un seis de mayo se fue aquel hombre que convirtió las noches calurosas de Managua en momentos mágicos bajo las estrellas, con sus cuentos de personajes propios, sus chistes y su jugosa carcajada.
Ese hombre de cabello cano eterno y que siempre tenía dulces en sus pantalones para reglar, ese hombre que fue el primero en atinar que yo traería al mundo a una mujer (y por eso lleva su nombre) y a quién ya le adjudicó un oficio.
Aquel hombre que me llevo a los mercados a caminar corriendo entre la gente, el que no se cansaba de comer nacatamales y quien no dejo por muchos años de tomar el traguito antes de dormir.

Ese ser humano hermoso que dejo mi vida pintada de amarillo, mi abuelo, Camilo.

Fue el patriarca de las matriarcas, vivió sobre el camino que forjó una mujer maravillosa y sobre lo establecido por otras tres mujeres que él mismo creó y en quienes se ven esos trazos inconfundibles y esa sensibilidad por este mundo.
Nunca se preocupó por el precio de su trabajo, pero si de que estuviera perfecto. No le importó quienes admiraran su color, más bien buscaba que lo vieran si codicia.

Ese seis de mayo de 2005, cuando dejo salir su último suspiro, un suspiro tibio que cayó en mi rostro, sentí su amor. Cuando lo vi en huesos y alma y toque su fría derrota ante la vida, aprendí que este mundo efímero apenas te da el tiempo justo para esculpir tu huella.

Todavía siento su olor en la casa, la mecedora guarda su silueta y los cojines tienen todavía la forma que él les dejó.

Te quiero y aún lloro tu ausencia