viernes, 27 de abril de 2007

En la amargura

Es bien difícil para mi definir mis sentimientos religiosos, soy atea por herencia, así que los católicos, evangélicos, judíos y otros tantos más, siguen la tradición de su familia, yo sigo la tradición familiar de no creer en Dios, como vulgarmente se dice...pero no dudo ni niego por ningún momento la sensación indescriptible que siento al ingresar a una iglesia, por su arquitectura, por lo que alrededor de ella se gesta, por las imágenes dolorosas (no por la virgen, si no por lo sangriento), por las paredes que han visto y sentido, por quienes las construyeron, en fin, por un montón de cosas que se unen en mi, pero que en definitiva no tiene nada que ver con la religión.
Dos iglesias hicieron eso hace poco, San Esteban y El Calvario y la amargura que entre ellas camina.
Estaba haciendo un reportaje para La Palabra, cuando me encontré con paredes centenarias heridas, con láminas troqueladas olvidadas, pero sobre todo con la tradición de un pueblo firme y sin desmoronarse, pese a que las dos iglesias, donde empieza y termina el vía crusis están, una a punto de caerse y la otra perdida entre los gritos y plásticos de vendedores.




Lo magnifico de El Calvario

El cielo en El Calvario



San Esteban y su triste vida




Las huellas de San Esteban

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